martes, 9 de mayo de 2017
EL RETORNO DEL GYM
Hace un montón que no publico nada, os pido mil perdones. Y no es que no me hayan pasado cosas no, sobre todo de esas desastre que tanto os gustan. Como compensación, os cuelgo la última humillante anécdota, espero que os guste.
Hace poco me apunté a un nuevo gimnasio. Es uno de esos que están tan de moda con 25 tipos de actividades, 5 salas, y un montón de horarios de los que no hay quien se entere. Pensé que ya que volvía a hacer deporte podía hacerlo a lo grande. Además era la perfecta motivación para retomar la vida deportiva, ya que después de tanto tiempo me va a costar poner en forma mis michelines y es mejor que no te conozca nadie. Pensé: "con toda la gente que hay en este gimnasio y todas las salas y actividades disponibles, ¿quién se va a fijar en mis lorzas?, ¡aquí paso inadvertida!".
Podría haber sido una gran idea.... si no fuera porque ahí todo el mundo está atlético y lleva mallas ajustadas a juego con los calcetines, la camiseta y las deportivas. Así que mi primer día, mi look: pantalón de chándal corto, camiseta de publicidad de "White Label" y churro mal hecho en el pelo, no pasó desapercibido en absoluto.... Lo peor fue cuando entré en la clase de "Body Balance", una actividad que se anunciaba completa y divertida. Lo que no te dicen es que uno se tiene que descalzar. Cuando me quité las zapatillas me di cuenta del error que había cometido poniéndome los calcetines del tomate en el dedo gordo, pero la situación no mejoró cuando decidí quitármelos, porque mi falta total de manicura en los pies tampoco pasaba desapercibida entre tanto arco iris de pinta-uñas a mi alrededor. En fin, pensé: "me pongo al fondo y así no me ven". Qué ingenua.
La clase, un poco dura, pero pasé la prueba... y como estaba tan orgullosa de mí misma, decidí pasarme por el spa de la piscina del gimnasio a darme un merecidísimo baño de burbujas. Me tiré un buen rato en remojo, tanto que salí arrugada como los garbanzos, pero mereció la pena porque salí muy relajada. Lo malo es que mi relajación duró muy poco.
Mis chakras se desalinearon en un pis-pás cuando vi acercándose hacia a mi al socorrista de la piscina, que no era otro que mi profe de Body Balance. Madre mía, después del ridículo de la clase, sólo me faltaba que me viera en bañador y con el antiestético gorro de piscina para que mi imagen se le quedara grabada para toda la eternidad como la más ridícula del 2017. Me dio tanta vergüenza que prácticamente me tiré a por la toalla y me metí en el vestuario antes de que llegara a cruzarme con él. Nada más entrar, lo noté extraño ¿la puerta estaba en esa dirección? ¿pero los bancos no estaban orientados hacia la derecha? ¿es que hay dos entradas desde la piscina? Todas mis dudas se disiparon cuando vi aparecer a un muchacho secándose el pelo con una toalla. ¡Me había metido en el vestuario de los hombres! ¡Oh my God!.
Salí echando humo de allí, y para disimular, me lavé los pies en la ducha de la salida, pero cuando me di la vuelta, ¿quién estaba esperándome en la puerta con una sonrisa que casi no podía disimular? en efecto, el profe de Body Balance... Sí chic@s... ¡¡Me he coronado!!
En fin, a grandes males, grandes remedios, tendré que pasarme por el Decathlón a comprar mallas y camisetas de colores chillones, hacerme la manicura en los pies y ¿por qué no? ir al cirujano estético a que me cambie un poco la cara...
Siempre vuestra, Superyo.
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