sábado, 23 de enero de 2010

LA PELU DE LOS HORRORES

Si cuento esta anécdota, es por salvaros de situaciones similares en las que una, por no hablar, aguanta un infierno...

Era una tarde normal, pero la noche prometía una gran juerga. Mientras caminaba, una loca salida de un manicomio me observaba desde el otro lado del cristal de un escaparte... ¡TENIA QUE IR A LA PELU! Sin embargo mi presupuesto ese mes era muy reducido, y la última vez que me puse en manos de mi madre para teñirme, terminé con el pelo a lunares. De repente... ¡la solución, una academia de peluquería nueva en el barrio! Entré decidida pensando que para peinarme un poco me valía. Me atendió una muchacha que no hablaba bien español, pero por señas me indicó que me sentara en el lavabo de la tortura. Sentí el agua congelándome las ideas, pero duró poco..., pronto me hirvió la cabeza. Noté un leve cosquilleo en el cuero cabelludo, y tuve que darme la vuelta para constatar que la aprendiz seguía allí. Pronto el caldo volvió a caerme. De nuevo el cosquilleo y la pregunta que más o menos traduje: "¿deseas que te eche acondicionador?" Total, no me iba a enterar... Cuando me secó el pelo con la toalla(no todo, porque por debajo no había llegado ni el agua ni el champú), adiviné que había terminado. Me sentó frente a un espejo y me preguntó qué deseaba hacerme. "Lo quiero liso" le dije. Así que cogió el secador y el cepillo y empezó a hacerme bucles. Eso no era lo peor, tuve que sufrir tirones, quemaduras. Viendo cómo salía humo de mis apreciados cabellos se me saltaban las lágrimas, y para colmo se le escapó el cepillo y me golpeó en un ojo. Cuando por fin todo acabó, era la envidia de las muñecas de porcelana. Nos fuimos mi escarola y yo a pagar (menos mal que era barato), pensando en decirle a su profesora que no tenía nada que hacer con esa chica, que era mejor que se dedicara a otra cosa. Pero no tuve valor, porque mi dichosa conciencia se compadeció, y después de pagar, pensé en irme a urgencias.

Prologo: si ese día no se me calló el pelo a cachos es que ya lo aguanta todo. Pero si lo hubiera pensado bien, tendría que haber hablado, porque ¿a cuántas pobres mujeres habría salvado, cuántas inocentes melenas se habrían librado de las garras de esa maltratadora capilar? Por favor, si alguna vez os encontráis en esa situación, sed valientes ¡Y DENUNCIAD!

Siempre vuestra, Superyo.

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